¿Por qué el perdón es salud?

 

Esta concepción, trabajada en la investigación, ha demostrado que el perdón está vinculado a la salud mental, a la reducción de la ansiedad, la depresión y trastornos psiquiátricos graves, así como a la reducción de problemas en la salud física y menores tasas de mortalidad. Tan importante es pedir disculpas como que estas sean sinceras, ya que de lo contrario es difícil que llegue el perdón del ofendido. 

La percepción de sinceridad es mayor cuando la disculpa tiene lugar de forma espontánea y próxima a la ofensa, y es menor cuando se obtiene un beneficio por ello.

El perdón es para todos

Todos nosotros hemos sido heridos de alguna manera por otra persona, mental, emocional o incluso físicamente. Sin embargo, el perdón es una herramienta poderosa para ayudarnos a experimentar un mayor grado de alegría y libertad. Si bien la vida puede estar llena de eventos dolorosos y tragedias, podemos recuperarnos y pasar rápidamente de las situaciones más difíciles de la vida cuando ejercemos el perdón.

 VOS ELIGES

La falta de perdón es como una tortura

La falta de perdón nos hace sentir enojados, fríos, duros, amargados y resentidos. El impacto de la falta de perdón puede ser físico, emocional, mental y espiritual. Sí, puedes sentirte justificado en tu ira, pero debes elegir lo que deseas: tu ira o liberarte de la ira.


Ya sea una simple disputa con su cónyuge o un resentimiento de larga data hacia un miembro de la familia o un amigo, el conflicto no resuelto puede ser más profundo de lo que cree: puede estar afectando su salud física. La buena noticia: los estudios han encontrado que el acto de perdonar puede generar grandes recompensas para su salud, reduciendo el riesgo de ataque cardíaco; mejorar los niveles de colesterol y el sueño; y reducir el dolor, la presión arterial y los niveles de ansiedad, depresión y estrés. Y la investigación apunta a un aumento en la conexión entre el perdón y la salud a medida que envejece.

“Sentirse herido y desilusionado conlleva una enorme carga física”, dice Karen Swartz, M.D., directora de la Clínica de Consulta para Adultos sobre Trastornos del Estado de Ánimo en el Hospital Johns Hopkins. La ira crónica lo pone en un modo de lucha o huida, lo que resulta en numerosos cambios en la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la respuesta inmunológica. Esos cambios, entonces, aumentan el riesgo de depresión, enfermedades del corazón y diabetes, entre otras condiciones. El perdón, sin embargo, calma los niveles de estrés, lo que conduce a una mejor salud.

¿Puedes aprender a ser más indulgente?
El perdón no se trata sólo de decir las palabras. “Es un proceso activo en el que tomas una decisión consciente de dejar de lado los sentimientos negativos, ya sea que la persona se lo merezca o no”, dice Swartz. A medida que liberas la ira, el resentimiento y la hostilidad, comienzas a sentir empatía, compasión y, a veces, incluso afecto por la persona que te hizo daño.

Los estudios han encontrado que algunas personas son naturalmente más indulgentes. En consecuencia, tienden a estar más satisfechos con sus vidas ya tener menos depresión, ansiedad, estrés, ira y hostilidad. Sin embargo, las personas que se aferran al rencor tienen más probabilidades de experimentar depresión severa y trastorno de estrés postraumático, así como otras condiciones de salud. Pero eso no significa que no puedan entrenarse para actuar de manera más saludable. De hecho, el 62 por ciento de los adultos estadounidenses dicen que necesitan más perdón en su vida personal, según una encuesta realizada por el Instituto Fetzer, una organización sin fines de lucro.

Hacer del perdón parte de tu vida
El perdón es una elección, dice Swartz. “Estás eligiendo ofrecer compasión y empatía a la persona que te hizo daño”. Los siguientes pasos pueden ayudarlo a desarrollar una actitud más indulgente y beneficiarse de una mejor salud emocional y física.

Reflexiona y recuerda.
Eso incluye los eventos en sí, y también cómo reaccionó, cómo se sintió y cómo la ira y el dolor lo han afectado desde entonces.

Empatizar con la otra persona.
Por ejemplo, si su cónyuge creció en una familia alcohólica, entonces la ira cuando bebe demasiados vasos de vino podría ser más comprensible, dice Swartz.

Perdona profundamente.
Simplemente perdonar a alguien porque crees que no tienes otra alternativa o porque crees que tu religión lo requiere puede ser suficiente para sanar un poco. Pero un estudio encontró que las personas cuyo perdón provino en parte de comprender que nadie es perfecto pudieron reanudar una relación normal con la otra persona, incluso si esa persona nunca se disculpó. Aquellos que solo perdonaron en un esfuerzo por salvar la relación terminaron con una relación peor.

Deja ir las expectativas.
Es posible que una disculpa no cambie su relación con la otra persona ni provoque una disculpa de ella. Si tampoco te lo esperas, no te decepcionará.

Decide perdonar.
Una vez que hagas esa elección, séllala con una acción. Si sientes que no puedes hablar con la persona que te hizo daño, escribe sobre tu perdón en un diario o incluso habla de ello con alguien más en tu vida en quien confíes.

Perdónate.
El acto de perdonar incluye perdonarse a uno mismo. Por ejemplo, si su cónyuge tuvo una aventura, reconozca que la aventura no es un reflejo de su valor, dice Swartz.









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